Llegaste en primavera

Rompí aguas la madrugada del día que cumplía 40 semanas de embarazo y llamé a S, mi matrona. Me dijo que pronto me pondría de parto, así que decidí levantarme y pasear para animar el proceso. Tuve algunas contracciones pero no me puse de parto ese día, ni el siguiente... Fueron 9 días de pródromos. Los primeros días fueron difíciles, pues nos preocupaba el bienestar de nuestra hija. Busqué información y decidimos esperar a que nuestra pequeña naciera cuando ella lo decidiera. Mientras tanto, mi pareja y yo controlábamos aspectos como el color del líquido, mi temperatura, el latido de nuestra bebé... y además tuvimos cerca a mucha gente que nos arropó en esos momentos. De esta forma, ya relajados, esperamos la llegada de nuestra hija. Tras muchos días de contracciones irregulares llegó el momento. Pasé toda la noche con contracciones cada vez más fuertes; dormí poco y a la mañana siguiente ya sabíamos que ese era "el día". Las contracciones iban a más y nos comunicábamos con S. a través del móvil para mantenerla al tanto. Llevaba nueve días esperando ese momento, estaba feliz; por la tarde-noche las contracciones eran ya bastante seguidas. A mí sólo me apetecía estar a solas con mi pareja. Me sentía en una especie de trance muy agradable; las contracciones eran intensas pero llevaderas. Mi pareja llamó a S cuando se acercaba el momento del expulsivo. Cuando la matrona llegó tuve un par de contracciones fuertes, y luego unas ligeras ganas de empujar, así que me senté en la silla de parto. Me apoyaba en mi pareja y a mi lado estaba mi matrona. Empujaba con cada contracción y cada vez me sentía más cansada. Me abracé a S y le dije que ya no podía más. "Sí puedes", me contestó ella... Decidí levantarme de la silla porque la espalda se me estaba contracturando. Empujé varias veces de pie apoyada en la cama. S me sugirió seguir pujando acostada y me pareció buena idea. ¡Estaba tan cansada! Mi chico me sujetaba una pierna y yo noté entonces unas enormes ganas de pujar. Mientras pujaba sentía como me quemaba el aro de fuego. Con el pujo solté un grito que salió de lo más profundo de mis entrañas. Todo mi cuerpo vibraba. En ese momento se despertó mi hija mayor, que entró en el dormitorio justo para ver cómo nacía su hermana, creándose entre ellas un vínculo especial que las unirá para siempre.S. te puso en los brazos de papá, que al instante te colocó sobre mi pecho. Sentí tu piel húmeda, tan suave... te olí, te miré a los ojos, me enamoré. Tú tenías muy abiertos tus preciosos ojos almendrados; lloraste un poquito, como para quejarte por haber dejado tu cálido refugio de mi útero. Nadie te cortó el cordón, quedó unido a ti hasta que decidiste desprenderte de él a los tres días. Tardaste un poquito en mamar, sólo cogiste tu teta cuando nos quedamos a solas las dos. Llegaste en primavera, mi preciosa hija. Sólo faltabas tú, ahora nuestra familia está completa.

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Parir en casa no es para todos, si estáis pensando en ello como la mejor opción para vuestra familia, esperamos poder ayudaros.

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