El perro verde: El rol de los padres en la crianza

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En cierta ocasión le ofrecí a una mamá que acababa de montar una ludoteca, la posibilidad de dar unas charlas o talleres a parejas, con el fin de ir promoviendo una cultura de crianza positiva, con apego, empezar a hablar de cómo construir autoestima sana en los niños.

El proyecto de esta ludoteca era y es hermoso, una Mamá que había esperado tres años largos para montar su sueño, un proyecto educativo distinto, alejado del concepto parking de niños, “usted vaya de compras, que nosotros se lo miramos”. Lo había hecho así, para ofrecer a su pequeña una lactancia prolongada, una presencia permanente, una madre comprometida con una manera diferente de hacer las cosas.

Habíamos llegado hasta allí buscando un lugar para compartir con nuestros peques sin tener que dejarlos solos, o mirarlos a través de un cristal como en la mayoría de los parques de bolas de Madrid.

Ella me agradeció el ofrecimiento, me miró y con mucho respeto me dijo que no le parecía muy procedente que un hombre diera estas charlas.

Pregunté algo tímido cual era la razón por la que ella opinaba así. Ella me explicó que sus clientas eran Mamás que en general no contaban mucho con sus parejas para la crianza. Ellas habían dejado sus trabajos, ellas buscaban lugares como esos, ellas llevaban y traían, ellas siempre ellas.

Me confesó con la boca pequeña que “el hombre” muchas veces era el enemigo. A mí me sonó fuerte, y siendo honestos diré hoy aquí, que me dolió.

Intente replicar, ofrecí el contundente argumento por lo menos para mí, que si precisamente un hombre hablaba a otros hombres de maneras diferentes de vivir la paternidad…me interrumpió.  -_Alejandro! Chico…es que tú eres un ¡perro verde! Acorralado mencioné a Carlos González... _ “pues ya sois dos” dijo ella con una amable sonrisa.

Recordé mi masculina soledad entre mujeres embarazadas, en cada ecografía que hicimos. Mi solitaria presencia entre mamás en las clases de estimulación temprana a las que llevamos a Nico y Candela, la cara de mis compañeros cuando les dije que dejaba el trabajo y me iba de excendencia con Olga y los niños… de pronto aquella Mamá tenía razón.

Estoy absolutamente convencido que sólo es una percepción, que hay muchísimos hombres que están viviendo la paternidad desde un lugar contracultural. Papás que lamentablemente viven proscritos por sus iguales, que a veces no encuentran los canales o se sienten raros, diferentes, fuera del sistema.

En mis cursos y talleres, cuando por mis comentarios y ejemplos, los participantes perciben que este psicólogo no les va a recomendar a Estivill ni a Supernanny, se acercan tímidamente a compartir su experiencia. “Creo que a ti, te lo puedo contar…”. “Tu si me vas a entender…” y comparten que duermen con sus hijos, que han sido parte activa de lactancias prolongadas, que les cogen y abrazan cada vez que lo sienten, que su vida gira en torno a sus hijos.

Me invade un profundo sentimiento de tristeza y rabia cuando compruebo que esta sociedad machista, resultadista y enferma arrincona a hombres y mujeres, a los que confunde con recetas mágicas de crianza, buscando perpetuarse una y otra vez, al servicio de multinacionales de leche en polvo y oscuras maniobras farmacéuticas.

Ese gusto por ser parte de lo que hace todo el mundo, ese gusto por no ser señalado, lleva a Mamás que lactan con hijos “mayores” a esconderse o taparse, a parejas que practican el colecho a ocultarlo y vivirlo con culpa, la misma estúpida inmovilidad que nos lleva a callarnos en ciertos hospitales, cuando nos roban el parto de nuestros hijos.

Así hemos permitido que resulte normal ir a dar a luz y que nos maltraten, nos cesaréen porque sí, rajen a nuestras mujeres y nos roben a nuestros hijos horas y horas, con supuestos criterios médicos, que incluyen darles biberón, calor de lámpara halógena y roce de cuna plástica, mientras su Mamá desespera en una innecesaria sala de reanimación (la mayoría de las veces) y su Padre deambula ridículo consumiendo café por las plantas del hospital. 

Madres y padres tenemos una gran responsabilidad en provocar un cambio social, un giro radical. Ellas lo están haciendo, inundan foros y blogs, están presentes en libros y conferencias. Difunden, protestan y con o sin sus parejas han emprendido ese cambio.

Sin embargo nosotros los hombres tenemos tarea. En nuestra mano está la posibilidad de ofrecer un referente modificador a otros hombres. Escribimos poco, asistimos poco a conferencias y talleres, trabajamos demasiado en otras cosas y seguimos siendo parte de la cultura que nos ha traído hasta aquí. Seamos honestos. Hemos sido los enemigos, los ausentes, los que pasábamos por ahí. Digamos basta. No llega con ser un Papá moderno que cambia pañales y da el bibi cuando se lo piden. Hace falta algo más.

Estos perros verdes que aparecen entres mujeres dedicadas en cuerpo y alma a nuestros hijos, muchas veces cansadas y superadas por la maternidad exclusiva, deben ser el apoyo y contención emocional necesario para Mamás en postparto, proactivos en la crianza y en la educación, defensores rabiosos de la lactancia a demanda y prolongada en el tiempo y activistas del colecho como una de la más maravillosas experiencias que la paternidad nos ha ofrecido. Dormir y acunar el sueño de nuestros hijos.

Rompamos las puertas de ese armario social y cultural, para recordar y recordarnos que en crianza y educación, el amor es la única estrategia. Sin recetas, sin métodos, con el corazón. La única y definitiva estrategia.

 

Este artículo es parte del libro "Una nueva paternidad"
Ed. Pedagogía Blanca ISBN 9788494174100

Alejandro Busto Castelli
Psicología Ceibe

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